Sugerencia

..................................................................................Recomiendo leer mientras se escucha la música que dejo en cada entrada..................................................................................
...................................................................................................................Advierto que tanto escribo elegante como soez....................................................................................................................

sábado, 20 de febrero de 2016

Joy.

Le temblaban las manos. Pero a pesar de ello su decisión era firme. Había recreado este momento en su mente una y otra vez, planeando hasta el más mínimo detalle. Podía incluso oler el aroma a plomo que desprendía la bala que atravesaría su cabeza. Pudo escuchar ese sonido decenas de veces, tantas como lo había imaginado. Se observó a sí mismo boca abajo sobre un charco de su propia sangre, e imaginó con total claridad cómo la policía hallaba su cadáver tras haber echado abajo la puerta de su cutre apartamento. Pudo incluso asistir a su propio funeral, y luego a su entierro. Y vio a su madre, una mujer bajita con el pelo encanecido, llorar sin fuerzas. Como si le hubieran arrancado un trozo de su alma. O quizás el alma entera.

Allí estaba, su único hijo, en aquella caja, a punto de ser introducido en un nicho de hormigón, que sería tapiado, y tras el cual el cuerpo sin vida de su retoño, sería devorado por todo tipo de insectos a medida que se pudría en la oscuridad y la soledad de aquél lugar. Vio incluso a su madre, meses después, dejándose morir. Sentada en su sillón mirando fijamente su pequeño altar de fotografías y velas. Donde estaba su foto, la de su padre y la de otros familiares difuntos. Veía las velas encendidas y podía oler el humo que salía de ellas. Pudo saborear las lágrimas de su dulce madre, cuando espectralmente trataba de besarle la mejilla, colmada de lágrimas.

Pudo ver también a Clara, llorar por él, sentada sobre su cama. Envuelta por el azul de las paredes de su dormitorio, sola. Y arrepentirse de haberle abandonado cuando más la necesitaba. Y a pesar de seguirla amando, disfrutó imaginando que sufría arrepentida. Como si eso le diera cierto consuelo. Hacía tiempo que su vida era una espiral de errores. Se atiborraba a antidepresivos y buscaba aplacamiento a través de la autolesión. Su novia comenzó a cansarse, y le abandonó justo antes de tocar fondo. Al parecer había encontrado un punto de apoyo en un compañero de trabajo que ahora la cogía de la mano. ¡Cómo son las cosas!

Y allí estaba él, sentado en su afeado sofá de cuero sintético marrón. Con el revólver sobre la mesa. Descruzó los dedos de las manos, y con su mano derecha se secó el sudor de la frente.

Su decisión era firme, pero le temblaban las manos...


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