Sugerencia

..................................................................................Recomiendo leer mientras se escucha la música que dejo en cada entrada..................................................................................
...................................................................................................................Advierto que tanto escribo elegante como soez....................................................................................................................

lunes, 6 de julio de 2015

Jane.

Poco a poco fue saliendo de su plácido sueño y abriendo los ojos con lentitud. A medida que sus párpados dejaban entrever el entorno en el que se encontraba iba comprendiéndolo mejor. Parpadeó varias veces aún con somnolencia. La única luz que entraba a través del ventanal era tenue, y el cielo se alzaba totalmente oscuro y parecía helado. Eso sólo quería significar una cosa; estaba a punto de amanecer.

Jane miró el techo y fue girando lentamente la cabeza hacia su izquierda. Allí estaba él, aún en alguna parte de su subconsciente, ajeno a ella en aquél momento. Parte de su torso desnudo quedaba expuesta. Sus músculos estaban completamente relajados, al igual que él, que siempre parecía una persona tensa a pesar de la integridad que quería demostrar en todo momento. Jane cerró con fuerza los ojos y se sintió por un momento asfixiada por la situación. Habían tenido una noche estupenda de sexo tras algo que pareció ser una cita improvisada.

Se había encontrado con él la tarde anterior en el centro comercial y se habían saludado tímidamente, como de costumbre. Paul la invitó a café y estuvieron charlando en aquella terraza durante una hora y media. Uno de los temas de conversación que desarrollaron con más entusiasmo fue la admiración que ambos tenían por el arte y mitología de Egipto durante época de faraones. Tras esto, le propuso llevarla a casa y enseñarle su colección de revistas, libros y artículos al respecto, y así de paso, invitarla a cenar. Jane accedió encantada. Así que en lo que ella ojeaba las revistas, él preparaba una suculenta ensalada César en la cocina. Ella se había ofrecido a echarle una mano, pero él resultaba ser muy suyo en la cocina... al igual que en tantas cosas. De segundo comerían unos bistécs que hubieron sobrado de su almuerzo y que tenía preparados en un tupper en el frigorífico. "¡Madre mía, qué bueno está!", pensaba Jane, y no sólo sobre la comida. Sin saber realmente cómo, la espontaneidad entre los dos surgió como una llamarada, y de repente estaban ambos bebiendo vino sentados en el sofá. En lo que desencadenó aquello, ya lo sabemos.

Ella se sintió avergonzada en aquél momento, allí tumbada, con ese hombre que casi doblaba su edad. Le sintió moverse ligeramente y le miró. Se estaba despertando, pero ella no estaba a tiempo de levantarse y echarse a correr. El fue haciendo movimientos suaves y abriendo poco a poco los ojos. "Tiene un despertar precioso, parece incluso perfecto", pensó la chica. Paul la miró y sonrió brevemente mientras le daba los buenos días con su dulce voz.

-Buenos días... -empezó a decir. Le temblaba un poco la voz.- Lo siento muchísimo, cerré los ojos un segundo y me quedé dormida, enseguida m....

-Tranquila- la interrumpió- yo también estaba cansado y me dormí, ni me percaté de que seguías aquí... -Le lanzó una sonrisa pícara y prosiguió.- ...quédate un rato más, ya luego desayunamos y, si quieres, te marchas.

"¿Si quieres?" ¿Qué significaba aquél "si quieres"? Estaba confusa, pues una parte de ella deseaba que todo hubiese sido un sueño, y otra parte deseaba que si lo era, no despertase jamás. Ella le devolvió una sonrisa y se percató de que su rostro, finamente iluminado por la breve penumbra de la noche, empezaba a tornarse anaranjado. Miró hacia la ventana y vio que empezaba a salir el sol tras el horizonte del mar. Desde su ventana se veía muy de cerca el azul del agua. Se quedaron en silencio por un momento.

- ¿Te gustan más los amaneceres o los atardeceres?- preguntó él, mientras la miraba.

-Me gustan más los atardeceres, -comenzó a  decir a la vez que se giraba hacia él para mirarle.- ...la luz es más intensa y cálida, y se va tornando fría a medida que da paso a la noche. Me encanta ver atardeceres. ¿Y a ti? ¿Qué te gusta más?

Paul miró hacia la ventana y contestó.

-Me gustan más los amaneceres. Uno sabe que va a amenecer cuando el cielo de la noche se vuelve totalmente negro, y parece que no hay nada más gélido que ese momento mientras lo miras, y luego, sin esperarlo, sobre el horizonte se levanta un halo tenuemente anaranjado que empieza a indicar el cambio. - Su voz dulce sonaba triste, y a la vez apasionada y firme. - Ese tono naranja compienza a cobrar intensidad muy poco a poco, tan lentamente que ni siquiera te das cuenta de que es un color que ya se refleja en la parte posterior de las nubes que rondan el cielo. Este va dejando de ser negro, y a su paso se abre una capa que sube expandiéndose desde el mar. Y de repente el cielo no es negro, y la oscuridad restante va dejando paso a un azul menos intenso que, a su vez, deja entrever un celeste. El tono anaranjado va desapareciendo lentamente a medida que el sol empieza a asomar, y varios subtonos azulados, rosados y amarillos alumbran aquél cielo que parecía que permanecería ennegrecido eternamente. Los amaneceres son como tú.

Sobrecogida por aquellas palabras, Jane se limitó a seguir respirando.