Sugerencia

..................................................................................Recomiendo leer mientras se escucha la música que dejo en cada entrada..................................................................................
...................................................................................................................Advierto que tanto escribo elegante como soez....................................................................................................................

sábado, 30 de mayo de 2015

Es un "hasta luego".

Quiero que te cuides, y que te cuiden bien.
Llévate todo lo necesario, y todo lo que te traiga de vuelta a mí en un recuerdo fugaz.
Mira hacia atrás con nostalgia y alegría, pues siempre fuiste lo más importante para mí.
Sigue siendo fuerte e imparable, y rómpete por momentos cuando sea necesario.
Espero que la vida te ofrezca todo lo bueno que mereces, y que la luz de tus ojos sea siempre la misma que ahora brilla tras las lágrimas.
Quiero que sigas riéndo así, y que sigas apretando los labios cuando te enfades.
Que escapen de tus ojos ríos de sentimientos, pues eres un ser humano. Espléndido, por cierto. Y tu corazón, por suerte no es de piedra.
Ahora agarra con fuerza esa maleta, y sal por la puerta con la cabeza alta.
Con decisión bajo tus pies, y la incertidumbre de esta nueva vida que te espera.
Pero te irá bien. Y si no es así, si todo se tuerce;
sabes que siempre tendrás un hogar al que volver,
una taza de té y un hueco entre mis brazos.



miércoles, 20 de mayo de 2015

Sueños.

¿Cuándo son suficientes las fantasías?
¿Dónde está trazada la línea entre la razón y la locura?
¿Hasta qué punto es sano dejar fluír nuestros sueños?

Yo digo que ya está bien de soñar. 
Que al final, siempre termino envuelta en llanto.
Que la esperanza puesta en algo imposible, hace más duro el despertar.

Siento una y otra vez que choco ciega contra paredes,
y sin embargo, cuando el dolor comienza a cesar, vuelvo a darme de cara contra ellas. 
Porque mi mente no escarmienta, y no para de pensar que quizás sea posible.

Que tú estés aquí ahora mismo, 
abrazado a mi espalda, susurrando tras mi cuello.






martes, 19 de mayo de 2015

Richard.

Amanecía el día de nuevo para él. Richard Pascow abrió los ojos lentamente, a medida que la luz del sol bajaba por su cara, acariciandole cariñosamente como si quisiera no asustarle. Los pájaros cantaban en los árboles del jardín, era un sonido con el que estaba acostumbrado a despertar. Antes le encantaba despertar así: el sonoro y dulce cántico de los pájaros, el sol desplazándose a su anchas dentro de su dormitorio, el olor a una mañana de campo y el sonido de las hojas de los árboles. Solía beber un vaso de agua según despertaba, se estiraba y se encaminaba al cuarto de baño. Tras refrescarse, tenía la costumbre de despertar a Carla con un beso en la mejilla, y desearle un "buenos días" tras mostrarle ella su cara de desconcierto, como si parte de ella siguiera en sus sueños. Al reconocer a su padre, de ojos verdes y pelo rubio, de nariz afilada y sonrisa amplia, ella sonreía y le devolvía el deseo. Normalmente se abrazaba a su cuello. Su padre, su príncipe.

Richard seguía ahora tumbado sobre la cama. Hacía tiempo que no iba a trabajar, y que su mundo había dejado de tener sentido. Se preguntaba qué clase de Dios le arrebató a su hija, lo único que le daba fuerzas para continuar. Ella era lo único que tenía. Michelle había fallecido durante el parto, seis años atrás. Habían pasado sólo tres meses desde que Carla no estaba. A veces le parecía escucharla corriendo por el pasillo, riendo a carcajadas por alguna nimiedad. A veces deseaba con fuerza que su puerta se abriera de repente y ella estuviera allí, dispuesta a entrar y saltar sobre su cama para abrazarle. Era la niña más feliz y más cariñosa del mundo, y su padre, también lo era todo para ella.

La familia de Richard no sabía cómo ayudarle, a veces venían y preparaban una cena o comida familiar en su casa, sólo para los más íntimos. Sus padres, sus hermanos y respectivas familias. Por suerte en este momento, tenía dos sobrinos pequeños que, aunque no eran ni la mitad de cariñosos que Carla, daban cierta alegría a la casa cuando llegaban, para luego llevársela al marchar, dejándola dolorosamente vacía. Eran hijos de su hermana mayor, Lily. Su otra hermana y su hermano, no tenían hijos aún. Su padre era un hombre regordete de unos sesenta y tantos, y aparentaba ser mucho más duro de lo que era en realidad. Le brindó su apoyo más profundo cuando más lo precisó. Su madre era alta y llevaba el pelo corto y rubio. Sin duda los ojos verdes eran de ella. Y también los llevaba Carla. La mirada risueña de su madre había desaparecido por completo hacía tres meses. Ahora sus ojos desprendían una grave compasión hacia su hijo, y dejaban entrever también su dolor. Los abuelos de Carla habían cuidado inumerables veces de ella cuando su padre tenía turnos complicados en su trabajo, para ellos la niña era tremendamente querida, y ahora la añoraban con todas sus fuerzas.

Richard recordaba allí tumbado una de las cenas. Su madre había preparado unos muslos de pollo al horno que desprendían un olor sensacional que inhundaba toda la casa. Era muy buena cocinera y se había dedicado toda su vida a cocinar en acontecimientos familiares. Le gustaba hacerlo y se le notaba con frecuencia que la cocina era su pasión, pues no dejaba de hablar de ello. En cualquier conversación podía introducir perfectamente el tema de la comida, ya sea una receta, un sabor, un olor... siempre encontraba la manera de hablar de comida. Richard estaba preparando la mesa del comedor con ayuda de Dan, el marido de Lily, y el cuñado con el que más tenía afinidad. Ultimamente Dan no sabía cómo entrar en sintonía con él, sabía lo mal que lo había pasado, y sabía el dolor que encerraban sus palabras cuando hablaba de su hija. Por eso a veces se limitaba a hablar de cualquier otro tema, aunque no tuviese la más mínima importancia ni relevancia. Dan sentía la congoja de Richard, y por un momento se quedó con el tenedor que iba a disponer en la mesa, atrapado en su mano, y en la otra, el resto de grupo de tenedores. Se quedó mirándole con pena hasta que se decidió en dejar todos los tenedores apilados sobre la mesa, e ir hacia donde él estaba y ponerle la mano sobre el hombro, aprentándolo con suavidad. Richard se abrazó a él y rompió en llanto. Un llanto desolador que hizo que Dan dejara escapar también su pena en forma de lágrimas. Lo abrazó con fuerza, como si quisiera demostrarle que estaría siempre ahí para él.

Interrumpió su recuerdo, y en ese momento se sorprendió a sí mismo con la cara empapada. Las gotas habían estado corriendo por su cara y mojando la almohada, pero él ni lo había notado. Ahora debía buscar una razón para levantarse de la cama, y era su mayor lucha cada mañana. Pues lo único que quería era perecer allí y dejar de sufrir. Quizás reencontrarse con su hija; quizás le estaba esperando en alguna parte, con el camisón verde y el pelo castaño, liso y alborotado. La recordaba con ese pelo por los hombros, y el flequillo recto siempre descolocado, riéndo a carcajadas. Le parecía escucharla, y aquella risa desmedida invadía su alma e incrementaba su añoro. Con la esperanza de reunirse con ella, la niña de sus ojos, el amor de su vida, el ser más grande de su mundo, Richard se incorporó, bebió de un tirón su vaso de agua que aún conservaba fresca de la noche anterior, estiró los brazos y la espalda, y se encaminó al cuarto de baño.





A ti, pequeño ángel. Que nos has dejado.
Te queremos.







viernes, 15 de mayo de 2015

....

"Me gustaría decir lo que pienso sin que me juzgaran por ello.
Me encantaría poder llorar sin tener que esconderme, porque algo me duela reciente, o porque la herida cerrada escueza de nuevo.
Me gustaría poder enfadarme sin parecer una mala persona.
Me encantaría poder decir que soy una persona estable emocionalmente, que no necesita de abrazos constantes ni de palabras de aprecio.
Me gustaría poder formar parte de eso a lo que llaman felicidad, en vez de estar sumergida hasta lo más profundo del pozo sin que nadie vele por mí desde arriba.
Me gustaría poder contar con aquellos que contaron conmigo.
Me gustaría poder reclamar un poco de cariño y de atención, un poco de tiempo para mí, sin parecer una egoísta.
Me gustaría que se recordara lo buena persona que he sido cuando he complacido a todos los que me rodeaban.
Me gustaría que no me diese miedo abrir mi alma en dos y acoger en ella a nuevas personas, que quizás no me hieran ni me den la espalda.
Me gustaría que cuando se pensase en mi nombre, recordasen a una persona que intentó dar lo que tenía, y que quiso a su manera, silenciosa y precavida.
Me encantaría no ser el monstruo de tu historia, ahora que ya no te convengo.
Me gustaría que si nada de esto ocurriese, pudiese explotar en mil pedazos y no dejar huella en ninguna parte.
Me gustaría que, cuando me vaya, sólo me lloren aquellos pocos que me han aceptado en lo bueno y en lo malo.
Me gustaría poder tener fe en la Humanidad.
Me gustaría poder tener un mundo al que salir, y un mundo propio al que volver cuando lo necesite.
A veces me gustaría que todo acabara, pero mientras eso ocurre, me siento a esperar."


miércoles, 6 de mayo de 2015

Tú.

Quiero disfrutar de ti, con todo lo que me ofrezcas.
Quiero oler tu piel, besarla
conocer cada centímetro de tu anatomía.
Quiero saber a qué sabes,
cómo de cálido es tu cuerpo.
Quiero saber cuántos colores puedo encontrar en tus ojos,
y cómo prefieres el café por las mañanas.
Quiero saber si tus manos son ásperas,
 y que esboces una sonrisa para mí antes de que amanezca.
Quiero recorrer tu espalda con la yema de mis dedos,
y encontrar dulzura en tu mirada.
Quiero saber si te gusta que te quieran.
Quiero que te enfades conmigo
y que todo se resuelva, pues quiero conocerte
en tu integridad y tu flaqueza.
Quiero saber que estás ahí, ahora
y que quieres estarlo.
Quiero contemplar atardeceres en tu mirada
besar tus labios cada mañana.
Disfrutar de ellos, bien en un esporádico beso,
o mientras abandonamos la cordura en un beso voraz.
Quiero que seamos nuestros
sin dejar de ser libres.
Quiero tu tristeza, quiero tu melancolía
te quiero seguro, te quiero riendo.
Quiero que seas transparente y humano,
que me mires y pueda ver cómo te sientes.
Y quiero estar ahí para apoyarte,
en tu dicha y en tu pena.
Quiero saber todo de ti
devorar tu historia como si fueses el mejor libro escrito jamás.
Quiero que duermas sobre mi pecho,
y que mis demonios no perturben nunca tu paz.
Quiero recorrerte con suavidad e intensidad,
quiero que seas un universo.
Quiero que no hagan falta palabras
para decirnos cuánto nos queremos.
Quiero brindar contigo por este momento,
por los que se han ido y los que nos quedan.
Quiero que me regales un ramo de sonrisas
que me abraces cada día.
Quiero abrir los ojos,
y tenerte aquí.




martes, 5 de mayo de 2015

Animal

Sólo hacía unas horas que se había marchado, pero ella seguía allí, medio cubierta por una sábana grisácea mientras fumaba un cigarrillo mirándo al techo. "Esta es la última vez", le había dicho. Y ya había perdido la cuenta de todas las "últimas veces", pues en cuanto se cruzaban la mirada, estaban perdidos. Aquello no funcionaba, como relación eran un fracaso, es por ello que se limitaban a decirse cuánto se odiaban para terminar revolcándose en cualquier rincón. Eso era más divertido. El sexo era más que satisfactorio cuando la furia hacia el otro resurgía como una bestia desde sus adentros. Eran un mero objeto el uno para el otro, a pesar de que se pensaban a veces con algo más que lujuria. Estar frente a él y sumergirse en su mirada era algo que no podía soportar. Le imaginaba bajo ella entre sus piernas, y recordaba cuánto le odiaba, y embestía contra él sin piedad, como si de un castigo se tratase. A veces después de culminar se quedaban juntos en silencio, fumando y mirando al techo. Salvo cuando lo hacían en lugares públicos y ella tenía que recolocarse las bragas y subirse los pantalones a toda prisa mientras él subía la cremallera de sus vaqueros. A veces se despedían con una sonrisa pícara y cada uno seguía su camino, y otras, como aquella tarde, él se marchaba sin decir adiós y sin mirar atrás. A ella eso no le importaba, seguía mirándo al techo y encendía otro cigarro mientras de fondo sonaban Deep Purple, envolviendo la atmósfera de pasividad. Sonreía sin saberlo; su cuerpo exhausto permanecía allí tendido, inmóvil y satisfecho, por ahora.

sábado, 2 de mayo de 2015

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Aquí tumbada mirando las estrellas, rezagada en mis anhelos y pendiente de nada, dejo pasar el tiempo como si de nada se tratara. No hay nada que me empuje a alcanzarlas, no hay valor ni ganas de pelear esta noche. Rodeada de demonios y fantasmas que no dejan de gritarme, y escucho como susurros sus voces en mi cabeza. En mi interior, carente de sensaciones, sólo se deja entrever a veces la angustia que provoca no haber alcanzado la meta. Ser sólo un muerto en vida, tumbado mirando hacia arriba, esperando que nada cambie. Ahora sólo sé, que todo está perdido cuando dejas de luchar.