Sugerencia

..................................................................................Recomiendo leer mientras se escucha la música que dejo en cada entrada..................................................................................
...................................................................................................................Advierto que tanto escribo elegante como soez....................................................................................................................

jueves, 19 de marzo de 2015

Sanseacabó.

El odio es un lastre.
 
A partir de hoy, me convierto en alguien nuevo. En alguien que intenta perdonar y olvidar el desprecio y los malos tratos. Soy la persona más importante en mi vida, así que de mí depende salir de este círculo en el que me encuentro envuelta. He sido buena persona, me he preocupado por quienes muy poco - o nada- me consideraban. Y aún así, tengo intención de perdonar mentiras y seguir con mi vida. Y quizás en algún momento, volver a preocuparme por quienes me han herido. Porque soy así, de esa manera. Llamémosle "imbécil". Quiero vivir despreocupada de eso, pues la vida ya es lo suficientemente puta como para vivir dolida constantemente porque los demás me hayan herido.

 Es cierto que he necesitado en más de una ocasión, la presencia de alguien que no está. Bien porque ya no está fisicamente, o bien porque simplemente no quieren estarlo. Y francamente, ambas son válidas. Cada persona es un mundo y nadie está obligado a querer a nadie en su vida. Todos decidimos a quién queremos en ella, a quién queremos conservar. Yo no he sido plato de gusto para aquellos que me han deshecho, los que me han herido, o los que de repente me han apartado sin motivo aparente. Pues señores, así soy yo. Intento remediar algunas cosas de mi vida, de mi manera de ver las cosas.... pero no pretendo cambiar por nadie más que por mí. No tengo intención alguna de dar explicaciones al respecto de esta decisión, pues cada uno debe mirar por sí mismo. Este es un mundo egoísta, de eso ya me he enterado de sobra después de tanto palo.

Soy responsable de haberme sentido herida por lo que otros han decidido "regalarme". También soy responsable de ser quien soy. Y soy responsable de lo que pretendo ser.

Hay días en los que no puedo más, en los que la vida me supera, y no tengo a nadie. Todas esas personas que creían amigos, ya no están. Muchas veces me lo pregunto, ¿tan mala persona soy para que nadie me quiera a su lado? ¿Tan mal me he portado? ¿en qué he fallado? Pues bien... no pienso justificar ni por un sólo momento el que me hayan dado de lado. Porque ha sido sucio, ha estado mal, y me ha dolido. He estado sola, cuando no lo merecía. Pero lo que saco en claro, es que nadie quiere a una persona negativa a su lado. Por mucho que escuche tus problemas e intente ayudarte, es una persona negativa. (Nótese la pequeña punta de ironía....) Casi es mejor tener a alguien que siempre te ría las gracias, aunque sean insípidas y absurdas. Es mejor, al parecer, tener a alguien que siempre te dé la razón, aunque no la tengas. Es mejor que te aplaudan tus actos, a que te digan que te has equivocado. Es mucho mejor tener a alguien que siempre sonría, a alguien que tiene días horribles y no puede ser hipócrita.

Por eso digo, señores, y reconozco, que quizás el fallo fue mío por ser quien soy. Y por eso no me pesa demasiado que la gente no me quiera a su lado. Intentaré remediar el hecho de ser negativa, porque la vida esta requiere al menos cierto grado de positividad (sin pasarse). Porque hay que ser realista, también. Y no tengo intención alguna de despegar mis pies del suelo, como hacen otros. No quiero volar y tener siempre una sonrisa tatuada en la cara, porque siento mucho decíroslo: eso es MENTIRA. Y con mentiras no se debería ir por la vida. Y francamente, yo no gusto por mi negatividad, pero a mí tampoco me gustan las personas que siempre tienen sonrisas en la cara.


Con esto y un bizcocho...



lunes, 16 de marzo de 2015

Mad world..

¿En qué me he convertido?
No soy más que una egocéntrica que siempre deambula triste,
a solas por las calles abarrotadas y sin mucho que callar, pero diciendo más bien poco.
Cansada de la vida, de las miradas que dicen lo mismo en silencio,
de no encontrar alguien con quien hablar de lo absurda que es la vida,
nadie con quien criticar ese positivismo que te venden por todas las esquinas,
nadie con quien compartir una opinión.
Me he convertido en alguien inadvertido, invisible.
No hago sino llorar a escondidas y huír de las falsas sonrisas
y los halagos deshonestos.
Porque sé que no son ciertos, nadie me ve amable, nadie me ve atractiva.
Soy una persona triste y patética que vaga por el mundo,
tropezando a cada paso y levantándose con la resignación de volver a caer.
Así soy yo, y no pretendo ocultarlo.
Ni podría tan siquiera intentarlo, nunca he sido hipócrita.
Siempre he sido transparente en mis sentimientos,
y tal vez eso haya logrado apartar de mi vida a todo el mundo.
Y, ¿qué más da? me pregunto yo...
Si no me aguantan o no me entienden,
yo no pretendo tampoco que me entiendan ni me aguanten.
Soy solo una loca que va a su ritmo por un camino repleto de charcos,
y de hojas otoñales flotando sobre ellos.
Observo la existencia de un modo melancólico, gris y húmedo.
Y lo cierto, es que eso no me importa.
De mí se basan mis recuerdos, mis fantasmas, mi dolor...
es un dolor que sólo yo entiendo, y que no tengo intención de compartir
con quien no lo merezca.
Es como quien se desnuda delante de un desconocido.
Una sensación incómoda, a pesar de que estar desnudo es algo natural.
En este mundo, ser natural está mal visto. Estar triste y desolado es algo imperdonable.
Y esta chica en la que me he convertido, esta que no sabe disimular,
seguirá callejeando descalza sobre los charcos grises,
y dejará caer lágrimas sin motivo evidente alguno,
y seguirá mirando con indiferencia a las personas que ríen a su lado,
que se regalan lisonjas a puñados que no piensan en absoluto.
Y es que yo prefiero sentir. Prefiero mirar a alguien a los ojos y saber cómo se siente,
realmente. Sin ficción. Conocer a una persona y entenderla.
A esta chica en la que me he convertido, no le gustan los actores.
Prefiero una persona triste a mi lado, a una que finge no estarlo.
Y prefiero una persona feliz, a una que finge serlo.
Me gustan las personas, tal como son. Que bailen bajo la lluvia,
o que caminen como yo, sobre charcos grises y hojas de color pardo.
Me gustan las personas que se permiten a sí mismas SER.
He batallado contra sueños imposibles que no querían marcharse,
he amado a distintos hombres que me aportaron diferentes cosas.
Que ayudaron a forjar una minúscula parte de la mujer en la que me he convertido.
Que cada persona que ha pasado por mi vida, ha dejado huella.
Y aún así, no he dejado de ser yo. La chica de ojos tristes que no disimula lo mal que está,
viviendo en esta vida irracional, donde importa más una apariencia perfecta,
a una identidad irreemplazable.
No me importa ser la rara, la oscura, la siniestra, si con eso consigo ser yo.
Si con eso reflejo quién soy yo.
Para bien o para mal...
a quien le guste o no...
en esto me he convertido.
Y sigo andando a solas en este mundo de locos,
viendo la vida desde mi propia perspectiva.
Amando a las personas reales que miran a los ojos,
esas con las que hablas sin tener que pronunciar palabra.
Las que no ocultan en su mirada cómo son, ni lo que sienten hacia la vida,
o hacia ti.
Me he convertido en una mujer fría, con un corazón latiente
que se endurece por segundos con cada recuerdo lacerante.
Pero así soy yo... en esto me he convertido.
Una mujer, que es mujer... a pesar de no vestir faldas ni desbordar feminidad,
que ama en silencio, que experimenta con angustia las injusticias de la vida..
Una mujer que parece ir a ninguna parte, que aparenta no esperar nada.
Una mujer que late oculta en su oscuro universo...








domingo, 15 de marzo de 2015

Azul.


Sabía que estaba loca.
Que en cada segundo de su vida había algo que la ataba, 
sabía que le gustaban los colores, a pesar de que sólo mostraba el negro. 
Porque el negro era el más parecido a ella, el que la camuflaba.
Pero ella sabía que le gustaba el azul, que miraba al mar cada vez que podía, 
que observaba el cielo absorta, sin esperar nada a cambio. 
Que le hechizaba la marea cuando rompía brava, furiosa, 
y sentía empatía por ella. Y cuando estaba calmada, se limitaba a observar sin sentir.
Podía ver su propio interior cuado se alzaban las olas
intentando atrapar el cielo, para romper rabiosas sin encontrar consuelo. 
Era como si su intimidad se viera expuesta ante el mundo
sin que otros lo supieran.



jueves, 12 de marzo de 2015

El cuadro

"Me niego a que esto quede torcido, parece que no sé hacer nada"- pensó Michael, y se dispuso a retirar aquél clavo mal puesto. Martillo en mano se acercó a la pared donde había colgado su nuevo cuadro. Realmente se había decidido a colgarlo en la pared principal de su salón, a pesar de no convencerle en absoluto. Se sentía identificado con aquello que tenía delante, con aquellas manchas interpuestas entre líneas gruesas que bailaban sobre el lienzo. En él predominaban distintos tonos de púrpura, amarillos y azules. Era algo caótico, algo impredecible, algo totalmente subjetivo. Como él.

De repente se paró, antes de retirar el cuadro para quitar el clavo y se dio media vuelta para mirar a sus espaldas. No la veía, pero sabía que estaba allí. Sus ojos se entumecieron otra vez, llenándose de niebla y agua. No había dejado de percibir su presencia ni por un sólo instante desde que ella desapareció. Aún le parecía recordarla riendo a carcajadas, manchada de pintura, tan fresca como siempre. Y hasta en sus momentos tristes, resultaba dulce. Aún parecía escucharla quejarse por aquél dolor de cabeza, justo antes de que cayese inconsciente al suelo. Recordaba el tacto de su mano helada en una ambulancia que parecía no llegar nunca al hospital donde luego pasó las peores horas de su vida. Sentado en la fría y mustia sala de espera, pareciendo esperar una buena noticia que sentía que no llegaría. El único milagro en el que había creído, era ella. Y se estaba hiendo de su lado para siempre.

Cerró los ojos con fuerza echando sus lágrimas de ellos. Volvió a girarse para mirar su cuadro y rompió en llanto. Un llanto agónico y desesperado. Ya no se apoyaba a sus espaldas para mirar su arte con él, para incordiarle buscando formas en el cuadro que no existían ni siquiera en su mente. Para morderle la oreja y hacerle correr tras ella. De vez en cuando sentía cómo le acariciaba el pelo, y podía incluso oler su aroma. Si aquello era estar loco, no pretendía dejar de estarlo nunca. Seguía pintando en aquella casa tan muda y vacía, y la imaginaba a ella cantando en la cocina. Hasta ese sonido tan espantoso lo echaba en falta de una manera sobrenatural.

Michael dejó el martillo sobre la mesita de cristal y caminó hacia su cuarto. Se hallaba al fondo del pasillo que se abría en medio del salón. Fue hacia la cómoda y abrió el segundo cajón de la izquierda, y tras levantar una sábana verde de franela, sacó un portaretrato que estaba en el fondo, boca abajo. No fuese a ser que por accidente lo viese cuando no quería hacerlo. Guardó allí aquella foto cuando el dolor por la pérdida de Amy no pudo ser más insoportable. La levantó lentamente y vio su risa, eternizada en la foto que se tomaron en su último viaje a Irlanda. Ella llevaba una camiseta roja de lo más sencilla, y unas gafas de sol a la cabeza sobre su pelo. No podía ser más perfecta, con aquella risa y los ojos cerrados, y con la mano apoyada en el pecho del hombre de su vida. Ese hombre que parecía que había dejado de existir y se había marchado con ella. Con una sonrisa y pasando su brazo sobre los hombros de ella, parecía completo en aquél momento. Se llevó la foto al pecho, se sentó a los pies de su cama, y lloró.

Poco a poco se fue adormeciendo sobre la cama y se despertó horas después completamente abatido. Se levantó lentamente, pues se sentía mareado tras haber quedado exhausto con el llanto. Se dirigió a la cómoda, y volvió a introducir boca abajo la fotografía. Cerró con suavidad la gaveta y caminó resignado de nuevo hasta el salón. Sostuvo con cuidado los laterales del cuadro y lo elevó ligeramente para descolgarlo. Lo colocó sobre la silla con delicadeza y se dispuso a enderezar el clavo.


miércoles, 11 de marzo de 2015

...

Estaba sentada en aquél lugar que antes la reconfortaba, y que ahora le parecía tan extraño. Con los ojos clavados al frente, esperando un movimiento, un atisbo de calidez que desembocara en una pequeña alegría de estar allí. Pero no ocurrió nada, y todo se desvanecía ante ella. ¿Qué remedio podría darse ante una situación así? ¿Cuánto dolor más tendría que soportar debido a la impotencia que le producía aquella situación que no podía mejorar? ¿Cuánto tiempo debía pasar para asimilar que todo había dejado de ser como era y, que nunca más volvería a ser igual? ¿Cuántas horas seguiría buscando "por qués" de forma inútil? Se sentía sola y angustiada, y no podía compartirlo con nadie. Necesitaba descartar de una vez la posibilidad de que todo volviese a la normalidad, necesitaba un motivo, necesitaba sólo eso... un gesto que demostrase que aún las cosas seguían siendo lo de antes, aunque sabía que no era cierto. Aquél lugar era ahora puro hielo, y eso la paralizaba.


domingo, 8 de marzo de 2015

Naufragio.

Se escuchaban murmullos, y no eran los del viento. Una especie de halo sonírico invadía el lugar, parecía como si de repente, el mar cantara. No habían pisado tierra en algo más de un mes, habían vencido a la bravedad del mar en más de dos ocasiones en aquellos días, pero ahora todo estaba en una titubeante calma. Era de noche, y del mar salía una especie de bruma que impedía la vista más allá de cinco metros de la proa del navío. Empezaba a distinguirse entre aquellos murmullos una hermosa melodía, dulcemente entonada por voces femeninas angelicales. Todos estaban en silencio en la cubierta del barco. El capitán, Alexandre Brower, había escuchado leyendas sobre aquella melodía. Tragó saliva. y miró a sus hombres. Todos estaban en silencio, unos mirandose entre ellos y otros mirando al mar, como si esperasen ver algo resurgir de repente de él. Por sus miradas, el capitán supo que también ellos habían escuchado aquellas leyendas que en ese momento, ya no le parecían tan absurdas. Pero claro... ¿qué marinero no habría oído hablar de ellas? Le pareció gracioso haberse considerado por un momento el único que conocía las historias.

El navío avanzaba lentamente por aquellas aguas misteriosas, rompiendo la bruma a su paso. El silencio era inminente, salvo por el agua al romperse contra el casco del barco. El mascarón de proa  se adelantaba, firme y esbelto. Y hasta la mujer que iba tallada en madera de roble parecía tener el mismo miedo que ellos. Cada vez el sonido era menos tenue, y más hermoso. Los marineros, que empezaron a interesarse por aquél sonido tan angelical, se asomaron por los costados y miraron al agua. De repente el sonido se hizo mucho más intenso, pero el miedo había desaparecido. Algo parecía nadar alrededor del barco. Se oía el rebotar del agua de manera distinta, y entre el canto surgió también un coro de risas de mujer. Smith, el miembro más joven de la tripulación, fue el primero en verla. Surgió de repente, sin hacer un sólo ruido. Sus ojos eran grandes y verdes, de ellos brotaba una mirada tan dulce como fiera, y Smith hubiese jurado que aquellos ojos no eran humanos. Su cabello era de color dorado y largo, totalmente tendido sobre el agua. Sus labios eran perfectos, como toda ella. Se movían casi a destiempo, pero de ellos salía parte de aquél canto. Parecía que aquella música cobraba vida y forma ante él, que ya había olvidado quién era y dónde estaba. El joven apuesto, de melena negra y ojos claros la contemplaba hechizado. Aquél ser de las profundidades se aproximó al costado del barco, y con ayuda de las tablas, subió hasta el hueco rectangular que se abría frente a los pies de Smith. Este se agachó a la altura de su cara, sonreía aún sin saberlo. Ella le devolvió la sonrisa sin dejar de cantar y con sus pequeñas manos le agarró la cara y la acercó a la suya para darle un beso. En cuestión de segundos, el cuerpo del chico se precipitó por la borda arrastrado por la fuerza de aquel beso. No se resistió a su plácida muerte, pues ni siquiera fue consciente de ella. De repente el barco navegaba sólo, sin rumbo alejándose de repente de aquellos cantos.



sábado, 7 de marzo de 2015

...

¿Qué tal si dejas de mirarme con esos ojos tristes y te desnudas?
O mejor aún, ¿qué tal si me permites deslizar mis manos sobre tu cuerpo mientras cae tu ropa al suelo? ¿qué te parece si cierras los ojos y te dejas llevar por mí a donde yo quiera? Bien... relájate.

Sintió cómo sus manos, cálidas y ásperas apartaban su cabello cobrizo hacia un lado, dejando un lateral de su cuello al descubierto. Dios, qué sexy era de aquella manera. Con sus ojos plegados con furia y su boca entreabierta, dejando escapar suaves gemidos mientras paseaban besos por su cuello. Aquellas manos casi predecibles, pasearon por su espalda en busca de una cremallera para desabrochar aquél vestido hortera de flores azules y verdes. Seguidamente subieron de nuevo hasta sus hombros, bajando decididamente pero con una deliciosa calidez. Sintió cómo su ropa se deslizaba sóla gravedad abajo hasta dar con sus zapatos de tacón color miel.

Aquellas manos, sabias y prodigiosas, acariciaron sus brazos y luego rodearon su cintura con suavidad. Y ahí estuvieron paradas unos segundos, mientras su boca fue en encuentro de aquellos dulces labios jadeantes. Aquello no era un beso. Era obra de dioses. Las manos desabrocharon sin dificultad su sujetador, y fue sacándoselo con suavidad, dejado siempre en contacto las yemas de sus dedos con su piel, para que no olvidase su tacto ni por un segundo. Sin esperar demasiado, se dispuso firmemente a liberarla de lo que le quedaba puesto. Mientras de rodillas frente a ella, deslizaba poco a poco la prenda por sus piernas, la besaba. Los gemidos eran más fuertes a medida que aquellos "besos" se intensificaban. Su sabor volvía loco al dueño de aquellas manos, y ella dejó de ser quien era. Aquellas manos que masajeaban sus muslos,  comenzaron a subir, junto con su cuerpo, que se acomodó sobre ella y empezó a poseerla con suavidad, mientras volvía a besar su cuello de forma pasional. Ella dejó de existir en aquel entonces, mientras la suavidad dejó paso a la más ruda virilidad, sobre aquella alfombra envejecida. Se sentía fuera de sí, fuera de control, pero aquello no estaba mal. De vez en cuando estaba bien perder el control.

Con cada movimiento brusco se intensificaban los gemidos, al unísino casi, como si estuvieran sincronizados. Ella rodeaba su cuello con furia, con rabia... no quería que la abandonase nunca más.

De pronto abrió los ojos, la canción había terminado y el tren seguía su camino. Miró a su alrededor, para ver si alguien la había visto soñar despierta con aquella intensidad. Todo parecía en orden, así que sonrió, y volvió a reproducir la pieza, y cerrar los ojos.



Abejorro.

- ¿Sabes que pudo haberse perdido en aquél lugar?
- ¿Y a mí qué más me da? Eso no es asunto mío.

viernes, 6 de marzo de 2015

"Te quiero"- había dicho ella...

...con su mirada cristalina puesta fijamente en aquellos ojos verdes que la observaban atónitos.

- No intentes suavizarlo- prosiguió.- Ya sé que tú no sientes lo mismo. No necesito evasivas ante un asunto como este. Sólo quiero que me lo digas, porque necesito escucharlo.

Él la observaba con dulzura y con pena. Sabía que sin querer había hecho daño a alguien que sólo intentaba crecer, sin pretensión de formar parte de su mundo, pues sabía que ella era consciente de lo disparatado que era aquél plan. La tenía delante, tenía que bajar unos centímetros la vista para encontrarse con su mirada, pero allí estaba ella, creciendo ante él. Esperando y ansiando una respuesta clara, que fuese tan precisa y tan dolorosa que marcase sus límites para siempre. Era difícil para él hacerle daño a aquella chica, pero sabía que era necesario. No debía eludir darle aquella respuesta que ella misma le estaba pidiendo, pues él era consciente de que no la amaba. Y aunque amarla fuese posible, pues lo era.. él sabía que aquello no era honesto para ninguno de los dos.

- Vamos... sabes que lo necesito, y te lo estoy pidiendo... - su voz comenzaba a sonar rogante y sus ojos comenzaron a llenarse de lágrimas. Necesitaba aquellas palabras para seguir su camino. Para ser libre por completo.

- Julia... - comenzó el hombre. - Lo siento mucho.

- ¡Déjate de gilipoyeces! - comenzó a llorar.- ¡Sabes que no te estoy pidiendo eso! Me siento estúpida ahora mismo, pero es necesario que me digas en voz alta que no me quieres, que me vaya. Necesito grabarme esas palabras a fuego en mi mente, para poder olvidar lo que ha pasado. Para olvidar que nos hemos tocado sin tocarnos. Que hemos hecho el amor una y otra vez con la mirada. ¡Formas parte de esto, lo quieras o no, y te exijo que me liberes!

Entre ellos sonó la melodía del silencio acompañada del caer de la lluvia y la respiración entrecortada de aquella joven.

- No te quiero, Julia. -dijo súbitamente, cortando de repente aquél silencio entristecido.

Ella esbozó una sonrisa, y se llevó la mano a la cara para secar las lágrimas que había derramado, y luego volvió a mirarle. Ella vio su rostro sumamente contrariado, sabía que tampoco había sido fácil para él.

- Muchas gracias. - expresó ella dulcemente. Le dedicó una última sonrisa antes de dar media vuelta y echar a andar en la otra dirección. Él moría de ganas de ir tras ella y abrazarla para siempre, pero sabía que lo más justo y correcto era dejar que se marchase. Sin más, la observó caminar durante unos segundos; observó absorto el movimiento de su pelo al andar. Pareciera como si el viento danzase con este, entrelazándose en un cálido abrazo en una noche triste y fría.


Life changes in a heartbeat.

Soportas con serenidad y coraje mi marchitar. Día tras día desde que se fue, vives engarrotado en mi pecho y, sin embargo sigues latiendo. Todo puede cambiar con un susurro. Cuando eso pase, escucharé con atención tu voz, y me marcharé sabiendo que estuviste conmigo hasta el final. Que fuiste partícipe de todas mis sensaciones y las acompañaste con tu dulce melodía.


jueves, 5 de marzo de 2015

...

Esta noche hace una luna preciosa. Es tan, tan bonita, que he salido a mirar al cielo a ver si puedo confundirte, por casualidad, con ella. Porque estés donde estés, sé que siempre estás conmigo.



miércoles, 4 de marzo de 2015

...

Allí estaba ella, junto a la ventana.
La luz azul de la noche penetraba suavemente a través de su cristal mojado.
Ella, con su mano sosteniendo su barbilla, mirando a través
viendo más de lo que tenía ante ella, sintiendose frágil y experimentando esa sensación de romperse en mil pedazos con cada susurro de su pensamiento.
Con la mirada perdida y las lágrimas corriendo por su rostro en busca de ningún destino.
Sentía cómo su alma se despedazaba en cada latido de su corazón, y no tenía pretensión alguna de moverse de aquél lugar que la cautivaba, envuelta en la plácida y triste luz de la penumbra.


martes, 3 de marzo de 2015

...

    A pesar de que era libre de forma natural, no era capaz de abrir sus alas e ir más allá de su triste morada. Temía precipitarse por aquel acantilado de madera, tenía miedo de que su vida, vacía de toda sensación, acabase de aquella manera tan absurda y sin que nadie lo supiese.

    Es así que el colibrí se encogió y echó a dormir, soñando con volar...

Allí quedó dormido, con las nubes a lo lejos. Deseando no despertar.