Sugerencia

..................................................................................Recomiendo leer mientras se escucha la música que dejo en cada entrada..................................................................................
...................................................................................................................Advierto que tanto escribo elegante como soez....................................................................................................................

domingo, 17 de abril de 2022

El bosque

Estaba apunto de caer la noche, el frío húmedo bajo la copa de los pinos atravesaba el bosque y corría un aire con filos de cuchillo que parecía atravesar la piel.

Claudia caminaba entre ellos sin importarle, pues la paz que trataba de hallar se encontraba en ese bosque. Siempre en ese bosque. Sonaba el crugir de la pinocha bajo sus pies tras cada pisada, y escuchaba toda vida proveniente de aquél lugar a su alrededor. Se sentía acompañada: allí no se sentía sola.



Con las manos en el bolsillo delantero de su sudadera y cabizbaja para no tropezar, sabía que la luz del sol bajaba, la hora azul llegaba, y las montañas con sus árboles comenzaban a tornarse anaranjadas a su alrededor. No sabía cuánto tiempo había caminado, quizá su coche estuviera kilómetros y kilómetros atrás, pero no importaba.

El olor del bosque se mezclaba con el del frío, ése olor gélido que pocas personas dicen que existe. Pero Claudia era capaz de percibir la mezcla, que llenaba sus pulmones de vida.

De repente escuchó una voz tras de sí. ¿Cómo? No había visto a nadie, ni escuchado a nadie más en todo el camino. Se giró asustada y vio a una señora muy bajita y vestida de forma harapienta que sonreía al mirarla.

-Perdone, no la he escuchado y me he asustado.- dijo Claudia con voz entrecortada. Claudia se dio cuenta de que iba descalza. - ¿Está usted bien? ¿Se ha perdido?

La pregunta inquieta de la joven hizo reír a la señora.

-Vivo aquí, niña. - Su voz era dulce. La señora señaló en la dirección a la que se dirigía Claudia, y ésta se giró para mirar. 

Levantó la vista y vio la pequeña cabaña. Sorprendida volteó a mirar a la señora, que ya se había movido en dirección a su pequeño hogar. Ésta se volteó unos metros alante, miró a la joven y le preguntó si le apetecía tomar una taza de té.

-Hace frío, vamos, entra. Nos prepararé un té de limón y hierbabuena.

Claudia la siguió con una extraña sensación en su cuerpo, le parecía increíble haber recorrido ese bosque decenas de veces y jamás haberse topado con esa cabaña, ni haber visto a esa mujer.

-Pasa, niña, pasa.Siéntate en la butaca al lado del fuego.

Claudia dio las gracias y se sentó allí. La casa tenía un olor muy particular. Olía a madera, olía a especias. Varios gatos aparecieron de repente acercándose a ella. Su cara se iluminó un poco, pues los gatos le encantaban. Uno de ellos en particular comenzó a rozar su pierna, rascándose en ella y roneando.

-Esa es Luz. Es la gata más vieja de la casa. Veo que te gustan los animales, de otro modo no se acercaría. ¿Quieres el té con azúcar o con miel?

-Amargo por favor. Sí, me encantan los animales, tuve una gata idéntica a esta, murió hace años.

-Cuando todo ser se va, jamás se va del todo, ¿cierto? - la anciana tomó la bandeja con las tazas y unas galletas y se acercó. La depositó en la pequeña mesita entre las dos butacas. - Te gusta el té amargo, como a mí. Mi nombre es Paz, por cierto.

-Yo soy Claudia, disculpe que no le haya preg....

-¿Preguntado? - interrumpió la señora riéndose. -Hija si a mí me sorprenden en el bosque como yo lo hice contigo, me hubiera quedado en el sitio. - Riéndose flojito llevó la taza de té a sus labios y tomó un sorbo.

Otro de los gatos, uno de pelaje gris saltó sobre el regazo de Claudia.

-Ése es Hades. Fue quien me guió hasta ti.

La chica sorprendida preguntó si había salido a buscarla.

-Estaba desesperado por salir, abrí la puerta y le seguí. Imaginé que había alguien perdido en el bosque.

-Oh, no... Deambulaba sin pensar, pero he venido aquí muchas veces, aunque nunca había visto su caba..

-¿Qué tal el té? Come galletas, están horneadas desde esta mañana. A Ascensión le encantan. - interrumpió de nuevo y señaló con la cabeza a una gata que estaba sentada junto a la chimenea. Era negra y sus ojos amarillos estaban clavados en Claudia.

Claudia cogió una galleta y se percató de que estaban insípidas, al igual que el té, lo cual le pareció extraño, pues ambas cosas desprendían un aroma muy bueno. Claudia asintió tímidamente y levantó la vista hacia la despensa de las especias.

-¿Qué ocurre? - preguntó asustada al ver la imagen que tenía frente a sí. Los estantes de repente estaban vacíos, y de repente volvían a estar llenos, como un holograma. Se levantó y se dio cuenta de que con la casa ocurría lo mismo: el fuego ya no estaba encendido, la casa estaba sucia y sólo quedaban algunos cacharros en la cocina. Miró a la anciana, que se encontraba de pie junto a ella. Los gatos se habían acercado.

-No te asustes, niña. Te ayudaremos.

Claudia miró sus manos, y la taza de té, junto con la bandeja con pastas había dedaparecido. Con paso ligero, a punto de correr se dirigió a la puerta, que se encontraba tapiada.

-¿Qué pasa? ¿Quién es usted? Déjeme ir por favor. - Suplicó entre lágrimas. -¡Déjeme ir!

La anciana y los gatos caminaron hacia ella. Paz tenía una expresión serena en su cara.

-Te ayudaremos a marchar, niña. Tranquila. Hace tiempo que te marchaste, pero no del todo.

-¡Usted está loca! Por favor, no le he hecho nada. ¡Ayuda! - Comenzó a gritar hacia afuera de las ventanas cerradas.

-Cariño, nadie puede escucharte. No sabes qué te ocurrió, tienes que confiar en nosotros y te prometo que hallarás luz.

La anciana alzó su mano y tocó la frente de Claudia. Esta de repente se sintió mareada y comenzó a llorar. Las imágenes vinieron de repente a su mente como un rayo. Gritó de angustia.

-¡No! ¡No!- gritaba con la mano al pecho. -No puede ser, ¡no! - su llanto era desesperado e inconsolable.

-Te ayudaremos, Claudia. Ven, siéntate aquí. - Paz señaló la butaca de nuevo, la casa de nuevo parecía normal. El fuego estaba prendido, las especias en su estante, el aroma... Todo estaba en su lugar.

La chica aturdida se sentó de nuevo, con las manos a ambos lados de su cara y mirando la madera bajo sus pies. Las lágrimas deberían estar mojando el suelo, pues ella las sentía caer, pero no ocurría. La mujer le puso la taza de té en las manos y le pidió que bebiese.

-Tómalo, y come ahora una galleta. Será tu último placer antes de encontrar la luz.

Claudia obedeció y, esta vez, se percató del sabor de ambas cosas. Era el mejor té que había probado, y la galleta sabía a mantequilla con un toque de canela.

-Está muy bueno, gracias. - Dijo sollozando.

Al acabar de tomar el té, Paz se levantó y tomó de su armario un paquetito que contenía una sal muy especial. Llevaba flores y especias. Esparció sal alrededor de la butaca de Claudia.

-Esto es para que sólo vayas a donde debes ir, no te asustes. Será rápido. Prendió una vela de color blanco y otra de color morado dentro del círculo. -Cuando estés preparada, comenzaremos.

La chica recordó el dolor que sentía mientras trataba de hallar paz en el bosque. Los motivos de su tristeza.

-Estoy lista...

La mujer sonrió, y le dijo que había sido un placer conocerla. Hades, Luz, y Ascensión se colocaron alrededor del círculo, y Paz comenzó a recitar unas palabras en un idioma inteligible para Claudia, quien los miró a todos por última vez y cerró los ojos mientras escuchaba el roneo de los gatos, y el recitar de la anciana.

De pronto, Claudia se dejó ir, y marchó. La butaca quedó vacía, su cuerpo ya no estaba allí. La bruja miró a sus gatos y agradeció la ayuda. Fuera del círculo, volvió a encender una vela blanca para asegurarse de que la joven asesinada años atrás en aquél bosque, no volviese a quedar atrapada en este mundo al que ya no pertenecía.


La cabaña estaba de repente de nuevo abandonada, tapiada, vacía. Parecía que hacía años que no era habitada. Quedaban restos de unas velas en el suelo. Algún tarro roto, o vacío en el suelo. Fuera de ella, en el jardín trasero donde antes pareciera haber plantadas y cultivadas diferentes especias, habían tres pequeñas tumbas. Los tres gatitos habían fallecido antes que la anciana, siglos atrás. El cuerpo de Paz había sido reducido a cenizas durante la Inquisición, pero su alma aún deambulaba por los bosques, al igual que la de sus gatos, así que ella no tenía tumba.


Claudia fue asesinada hacía casi dos años en aquél bosque. Su alma no era consciente de ello porque la muerte fue tan traumática que su alma borró los últimos recuerdos. Hades y Paz habían intentado hablar con ella en anteriores ocasiones, pero el alma de la joven siempre volvía al punto de partida, al lugar de su muerte.

Sólo fue capaz de no salir despavorida cuando estuvo preparada para marchar para siempre. Y ahora, por fin, descansaba en paz. Sin tristeza, sin miedo, sin angustia. Su cuerpo aún sigue enterrado en el bosque, quizá algún día encuentren a su asesino, y con mayor suerte, hallen el cuerpo de la joven, para que su familia pueda velarla y llorarla.

Lo cierto, es que ella ya no estaba más en ése bosque, aunque sus huesos se encontrasen bajo la sombra que sostiene los pinos.




domingo, 10 de abril de 2022

Bridge

Lo escrito a continuación es ficticio. Es en lo que pienso, pero lo escribo desde casa, entre lágrimas con los ojos ya secos. 

 

Desde la altura todo se ve más claro. En todos los aspectos de la vida. 

Me encuentro aquí sentada, en la intemperie

al borde de mi puente. Este por el que tanto he cruzado.

Fumo y siento por última vez el aire en mi piel,

el frío rígido de esta cruel noche,

antes de que lo que cuelgue, ya no sienta nada.

Ni frío, ni dolor, ni quemazón en el alma,

que mis restos que serán ceniza plantada,

ya no sentirán jamás este grito ahogado en mis adentros.

La cuerda es áspera como lo ha sido mi existencia, 

y áspero su tacto alrededor de mi cuello 

será mi último ornamento.

Sentada aquí miro las estrellas por última vez,

esta luna creciente que me mira con tristeza

pues soy su fiel compañera con la que habla cada noche,

pero ya no tengo nada más que decir.

Las palabras han quedado atoradas para siempre en mi garganta.

Y conmigo mi tristeza se va.

No suelto, me la llevo conmigo.

Y se irá conmigo al fuego, donde lo que quede

de mi forma corpórea, desaparezca. Y ya nadie

pueda darme ese abrazo, que siempre necesité.

Se van mis ojos que ya no pueden llorar más,

se van mis manos que hace tiempo dejaron de pintar,

se va mi esencia, se van mis traumas, se va mi risa,

se va mi mirar.

Se van mis ganas de soñar, se va todo el amor que llevo dentro,

se van los lugares que nunca visité,

las personas que quedaron por conocer,

la comida que jamás probé.

Se va mi alma, se va mi ser.

Nunca más un "en línea", nunca más mi nombre.

Que se vaya todo de mí, y sólo queden las coronas de flores.

Las amargas madrugadas, los besos que no di,

la maternidad que quise vivir.

Y a mecer a mi niño me voy,

porque se va todo, todo de mí.

Todo lo que quise ser, todo lo que lloré,

el aroma de mi perfume, mis cualidades vacías.

Confío que existan más personas que saluden animales,

que el amor por ellos termine dominando el mundo.

Confío en que quien mire la luna,

la admire como lo hacía yo. 

Que la maldad del ser humano quiebre,

que abunden personas que abracen árboles,

que ya yo dejé de hacerlo para no secarlos.

Ay, luna mía. De todos, pero mía.

Qué bella eres, incluso partida por la mitad como lo estás hoy.

Quién pudiera verse tan bella como tú,

aún estando rota. 

Ser tan admirada como tú, 

aún estando tan lejos.

 

Perdóname, fiel confidente de plata,

 que tanto llanto bebiste de mis súplicas. 

Y mientras te miro me viene a la mente la misma pregunta

que tantísimas veces te hice a ti.

¿Existe? ¿Le has visto alguna vez?

¿Él te creó?


Por si existe, me dirijo a él en mis últimas palabras.

Señor, Dios, seas cual seas, que dicen que existes,

ya para mí no quiero nada, Señor.

Le hablo desde el dolor de mis entrañas, y pido

por la poquita gente que hoy me quiere.

Para que fuerza les brindes, y sus lágrimas pronto sequen:

Hazlo por las mías, esas que ignoraste.

Déjame llevarme conmigo también sus pesares,

haz que sonrían, que sus ojos no se apaguen 

como los míos lo hicieron hace tiempo.

Te suplico Señor, si acaso esta vez me escuchas,

si acaso estás en alguna parte,

que la calma que tendré tras exhalar por última vez,

sea para ellos, bendita calma que jamás yo tuve.

Yo que jamás me sentí alguien en este mundo que no es para mí,

yo que jamás me sentí más que un pellizco que salió de mi madre,

yo que jamás fui digna de nada, salvo de esto que llaman experiencia.

La misma que me ha forjado a frío y cristal,

y que ya estoy exhausta de arreglar.

He sido tan insignificante, que ni tú, "que todo lo ves", me has visto jamás.

Se dice que eres justo, y por ello este último intento

para pedir por quienes me van a llorar.


Apago mi cigarro. En mi mochila el resto del paquete

que quedará olvidado para siempre. Como espero que a mí me olviden.

Soy ceniza estando en vida, sólo queda soplar.

Sólo queda saltar.


Lo escrito es ficticio. Es en lo que pienso, pero lo escribo desde casa, entre lágrimas con los ojos ya secos.