Sugerencia

..................................................................................Recomiendo leer mientras se escucha la música que dejo en cada entrada..................................................................................
...................................................................................................................Advierto que tanto escribo elegante como soez....................................................................................................................

viernes, 26 de febrero de 2016

It's over.

De un lado a otro se paseaba inquieta tocándose las manos. Recogiendo sus mechones tras las orejas y remangando las mangas de esa sudadera enorme que llevaba puesta. ¿Qué más daba? De igual manera nunca había sido mujer que marcara silueta bajo una ropa apretada e, indudablemente femenina.

Escuchó el sonido inconfundible de una llave deslizándose en el interior de la cerradura. De repente plantó sus pies y fijó su mirada en la puerta, esperando que se abriese. Cuando J. entró, la miró fijamente. Parecía un dibujo animado, de esos ridículos con el rostro desencajado.


-¿Qué pasa? - preguntó J. sin haber aún cerrado la puerta.

-Ven, siéntate a mi lado. - R. se dirigió al sofá y se sentó en un borde. Con su mano izquierda acarició el lugar donde le indicó sentarse. Una vez los dos allí, se hizo el silencio durante unos segundos. Ella le miró, y en sus ojos se reflejaba una desesperación terrible, como si quisiera gritar, como si se hubiera vuelto loca... pero él sabía qué ocurría.

-Oye, ya lo hemos decidido.... -comenzó J. tratando de arrancar la conversación, pero R. le interrumpió alzando la voz:

-¡No! ¡Tú lo has decidido! ¡Yo no! - Unas lágrimas cayeron de sus ojos. R. trató de calmarse, respiró hondo y recordó que había decidido hablar con él, e intentar no discutir. - Cielo, yo...

- No me llames cielo.- Su voz sonaba áspera.

-...Yo te quiero. -Continuó ella con un hilo de voz que podía romperse con el aire.- No podemos acabar así sin más, no podemos tirar todo lo que hemos vivido durante estos años, ¿qué pasa con nuestros planes? ¿qué hay de lo mucho que decías amarme hace unos meses? ¿Qué ha pasado con nosotros?


Por la cabeza de R. pasaban de repente un millón de recuerdos. Se conocieron en un hospital, siendo compañeros de habitación. Las benditas casualidades de la vida trajeron ante ella al hombre que más amaría en toda la Tierra. Su amistad fue intensa hasta límites inimaginables hasta que mirarse el uno al otro resultó no ser suficiente. Eran una pareja perfecta, todos lo decían, pero en la intimidad eran tan pasionales que discutían desaforadamente por cualquier discrepancia. A ella le gustaba recostarse luego sobre su pecho y escuchar su corazón, frenético, alterado, después de hacer el amor. Pasaba el tiempo sobre él porque era su lugar favorito. El acariciaba su espalda desnuda y la rodeaba entre sus brazos. Cuando la besaba, la hacía sentir como si flotase sobre una pompa de jabón. Aún recordaba el calor de sus brazos envolviéndola mientras estaban acurrucados en el sofá, y ella lloraba sin parar con alguna escena romántica, de esas que a él no le gustaba ver. Pero lo hacía por ella, como muchas otras cosas. Su boda fue un gran acontecimiento, lleno de lágrimas, abrazos y flores por todas partes. Renunciaron a la idea de tener hijos tras intensas discusiones. J. nunca fue empático con que R. desease ser madre. Y ella, simplemente se adaptó a él, porque su amor le valía todo lo demás.

Y allí estaban sentados, tres años y seis meses después de aquél gran día en el que ambos emanaban felicidad por todas partes, un día en el que ambos creían que pasarían toda su vida junto al otro, porque desde el inicio, habían sido uno.


J. la miraba como quien mira a alguien que ruega. Con lástima. Sabía que eso la mataba, pero no conseguía mirarla de otra manera. La terapia no había funcionado, y los lapsus en los que se daban un respiro y satisfacían sus necesidades sexuales no eran más que espejismos de algo que no volvería a ocurrir de verdad. El había zanjado el tema por sí sólo. Porque simplemente había dejado de amarla.

-Lo siento, de verdad... hoy he hablado con mi abogado. No hagámos esto más difícil.

-Por lo que veo no está siendo difícil para ti. - R. se secó las lágrimas y, acto seguido se levantó del sofá. Miró fijamente y en silencio la foto de bodas que estaba enmarcada en la pared del salón. Y luego dirigió su mirada al collage que estaba también en la pared, donde podían verse varias de sus fotos; en el viaje a B., en un paseo por el parque, otra de cuando hicieron senderismo, otras en la playa. Había una en particular que le produjo congoja. Eran ellos dos, abrazados y sonrientes, con un bol de palomitas sentados sobre el mismo sofá donde ahora hablaban de separarse. De romper con todo aquello. De acabar con todo. Los ojos de R. volvieron a llenarse de lágrimas, y trató de contenerse. Pensó que sería mejor derrumbarse cuando él ya no estuviera allí, mirándola con compasión sentado tras ella.

-Lo es R...

-¿No hay nada que pueda hacer para volver atrás? ¿Para cambiar esto? - J. la miró y bajó la mirada, pero no respondió. - Es duro dormir en una cama en la que ya no estás, está helada. Imaginaba que siempre tendría un hogar al que volver después del trabajo, donde tú me esperaras, o donde yo esperarte a ti. Ahora tenemos una casa, y no quiero llegar a ella porque sé que estará sola, o estarás tú metiéndo tus cosas en bolsas de deporte. Por cierto, he encontrado tu camiseta amarilla, estaba en el cajón de las sábanas, no sé por qué. Llévatela también. - R., que seguía mirando las fotos de la pared, se giró para mirarle a él. - Creí que esto duraría siempre, perdóname por no poder encajar que ahora quieras marcharte. 




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