Sugerencia

..................................................................................Recomiendo leer mientras se escucha la música que dejo en cada entrada..................................................................................
...................................................................................................................Advierto que tanto escribo elegante como soez....................................................................................................................

martes, 19 de diciembre de 2017

.aicnesuA

Qué vacío se ha quedado todo,
qué silencio más roto desprenden 
sin más estas frías paredes.
Te llevaste todo contigo,
la inspiración, las ganas, tu olor.

Y de repente me veo aquí,
sentada en el suelo mirando a la nada,
con los ojos resecos
y la angustia de la resignación
columpiándose en mi pecho.

viernes, 8 de diciembre de 2017

Historias de una mujer loca que imaginaba vidas llenas de amor frustrado.

      Necesito hacerlo ya, mi alma y mi cuerpo me lo piden. Llevo mucho tiempo ignorándoles, a sabiendas que tienen razón. Así que hoy es el mejor día para dejar atrás.


      Me enamoré. Y sabía que no estaba bien, que no era correcto hacerlo así, de alguien sin ningún motivo. Me obsesioné, fui humana, y me dejé llevar por las absurdeces que mi imaginativa mente me susurraba cada vez que le veía. Y ¿quién es él? Ni siquiera le conozco y ya nos imaginaba juntos viviendo millones de experiencias. 


      Lo imaginé todo, lo juro. Hasta el más mínimo detalle, hasta el hilo que sobresalía de tu camisa blanca, esa que mi mente confeccionó para ti. Imaginé el olor de tu piel más de cerca, y sentía erizárseme el vello de mi cuerpo. Te veía en la orilla de la playa mirando el horizonte, mientras tus ojos enfadados se hacían aún más pequeños a medida que tus comisuras se arqueaban felices. Me imaginé hiendo hacia ti y abrazándote por la espalda, me imaginé siendo la persona más feliz del Universo.  Sintiéndome plena, exhausta de tanta felicidad.

      Imaginé los despertares a tu lado bajo unas sábanas blancas,  donde nos refugiábamos desnudos del refrescar de la noche. Te quise tanto mientras dormías. Nos imaginé en la terraza del centro comercial, ese que tiene vistas al auditorio y a ese lugar que tanto me encanta. Te imaginé besándome cuando los pocos transeúntes estaban despistados. Nos imaginé un poco más abajo, sentados en el lugar del que antes hablaba. Mirando el mar romper con bravura en las rocas, mientras yo dibujaba y tú, simplemente estabas. 

      También viví discusiones contigo, oh sí. Y de las fuertes, de las buenas. De las que te dan ganas de marcharte de un portazo; y creo que alguna vez lo hiciste. Te marchaste y yo no quise tan siquiera retenerte. Pero cuando llegaste por la noche encontraste la casa iluminada por velas, y una cena que pedía a gritos tu perdón te esperaba en el comedor. Te recibí con un suave beso en los labios y un abrazo del que siempre me acordaré. En otras ocasiones eras tú quien me pedía disculpas, y también era maravilloso. 

      Nos divisé parando en aquél mirador en una noche de luna llena, y desde allí mirábamos su reflejo en el mar y nos tomábamos alguna foto que jamás compartiríamos.  Te imaginé enamorado. 

      Nos imaginé coincidiendo en algún sendero, y continuándolo juntos. Algo así como la vida, pero bajo las hojas. Reíamos juntos y nos contábamos vivencias mientras ninguno quería llegar al fin del camino. También tomamos fotos esa mañana, y también serían secretas. Nos imaginé acampando de casualidad a los dos solos, en la intemperie. Y por supuesto esa noche la hoguera no fue el único fuego que se encendió entre nosotros.

      Me imaginé en tu sofá tomando vino contigo, mientras hablábamos despreocupadamente de intereses comunes, y el tiempo corría apresurado por separarnos. Nos imaginé haciendo el amor en ese sofá, mientras llovía fuerte y la iluminación de la sala era cortesía de los relámpagos feroces que nos regalaba el cielo. 

      Nos imaginé haciendo arte juntos, en un mismo lienzo, en un mismo tiempo. Te imaginé a mis espaldas besándome el cuello y riendo. Susurrando cual hombre travieso. Y yo reía contigo, ¡vaya si reía! Nunca antes me escuché reír así.

      También nos imaginé en silencio sentados el uno al lado del otro, con lágrimas en los ojos. Hablando de lo imposible de lo nuestro, de que todo era una locura, de que no podía ser; de que debía acabarse. Y nos imaginé estando de acuerdo, llorando. Y yo me levantaba tras un rato en silencio mientras las gotas de lluvia descendían tristes en la ventana, me dirigía a la puerta y me vestía el abrigo que había colgado en tu perchero, a la izquierda de la puerta. Me giré para despedirme, y vi que también en tus ojos quedaban resquicios de lágrimas. Recuerdo abrazarte con todas mis fuerzas, y te sentí gemir de dolor mientras apretabas mi cuerpo entre tus brazos, y un breve y doloroso beso en medio de ese abrazo se convirtió en el último. El más difícil, según dicen. El último.

      Me enamoré de ti. Y lo siento.  Nos imaginé de tantas formas sin que tú lo supieses, que de repente te miro y me siento culpable por imaginarte tan desprotegido ante los sentimientos. Por imaginarte a ti, que no sabes ni que existo, aunque sepas mi nombre y poco más. Lo siento, te imaginé enamorado.

      Me he enamorado, y he sufrido al tiempo que imaginaba, porque sabía que no era real, que yo te era indiferente, que ni siquiera me has contemplado alguna vez. Aunque mi mente dijese que sí, que esa mirada que me habías "echado" era por "algo". He sido víctima de mis propias historias, las he vivido, las he sufrido, y he permitido que manipulen una realidad inexistente. Así que hoy me decido a parar de imaginarte. Y sé que no será fácil, pero también sé que no será imposible.



      Desde aquí te digo adiós, sin que tú lo sepas. A ti, a quien he querido tanto, sin que tú lo supieses.  A ti, a quien yo tampoco conozco, aunque te haya imaginado cada mañana tomando café frente a la ventana de nuestro salón; aunque haya inventado una vida para ti. 


Me despido con lágrimas en los ojos. Y una vez más, lo siento



martes, 5 de diciembre de 2017

Ezequiel.

El cielo acechaba negro sin ser más que las seis. El viejo cementerio estaba vacío de vida en aquél momento; o al menos de vida humana. Los pequeños insectos que en su día rasgaban la carne de los cadáveres, con apetito voraz y afán de supervivencia, probablemente también estarían muertos. Y es que allí no había más que óbito, y no es ironía que al viejo vampiro eso le pareciese algo inusitado tratándose de un cementerio. Ezequiel agarró suavemente sus gélidas rodillas y atrajo sus piernas hacia su pecho. Estaba sentado apoyado sobre una tumba cualquiera y escuchaba el apabullante sonido del silencio. Ya ni siquiera se escuchaba el murmullo de las hojas de los árboles y el viento; ahora, si ponía mucha atención, el vampiro podía escuchar el lamento agónico de unos troncos deshojados por el tiempo. Nunca terminaban de morir, pero muertos en vida como él estaban, y Ezequiel sentía una empatía dolorosa por ese anhelo de muerte.