Sugerencia

..................................................................................Recomiendo leer mientras se escucha la música que dejo en cada entrada..................................................................................
...................................................................................................................Advierto que tanto escribo elegante como soez....................................................................................................................

domingo, 8 de marzo de 2015

Naufragio.

Se escuchaban murmullos, y no eran los del viento. Una especie de halo sonírico invadía el lugar, parecía como si de repente, el mar cantara. No habían pisado tierra en algo más de un mes, habían vencido a la bravedad del mar en más de dos ocasiones en aquellos días, pero ahora todo estaba en una titubeante calma. Era de noche, y del mar salía una especie de bruma que impedía la vista más allá de cinco metros de la proa del navío. Empezaba a distinguirse entre aquellos murmullos una hermosa melodía, dulcemente entonada por voces femeninas angelicales. Todos estaban en silencio en la cubierta del barco. El capitán, Alexandre Brower, había escuchado leyendas sobre aquella melodía. Tragó saliva. y miró a sus hombres. Todos estaban en silencio, unos mirandose entre ellos y otros mirando al mar, como si esperasen ver algo resurgir de repente de él. Por sus miradas, el capitán supo que también ellos habían escuchado aquellas leyendas que en ese momento, ya no le parecían tan absurdas. Pero claro... ¿qué marinero no habría oído hablar de ellas? Le pareció gracioso haberse considerado por un momento el único que conocía las historias.

El navío avanzaba lentamente por aquellas aguas misteriosas, rompiendo la bruma a su paso. El silencio era inminente, salvo por el agua al romperse contra el casco del barco. El mascarón de proa  se adelantaba, firme y esbelto. Y hasta la mujer que iba tallada en madera de roble parecía tener el mismo miedo que ellos. Cada vez el sonido era menos tenue, y más hermoso. Los marineros, que empezaron a interesarse por aquél sonido tan angelical, se asomaron por los costados y miraron al agua. De repente el sonido se hizo mucho más intenso, pero el miedo había desaparecido. Algo parecía nadar alrededor del barco. Se oía el rebotar del agua de manera distinta, y entre el canto surgió también un coro de risas de mujer. Smith, el miembro más joven de la tripulación, fue el primero en verla. Surgió de repente, sin hacer un sólo ruido. Sus ojos eran grandes y verdes, de ellos brotaba una mirada tan dulce como fiera, y Smith hubiese jurado que aquellos ojos no eran humanos. Su cabello era de color dorado y largo, totalmente tendido sobre el agua. Sus labios eran perfectos, como toda ella. Se movían casi a destiempo, pero de ellos salía parte de aquél canto. Parecía que aquella música cobraba vida y forma ante él, que ya había olvidado quién era y dónde estaba. El joven apuesto, de melena negra y ojos claros la contemplaba hechizado. Aquél ser de las profundidades se aproximó al costado del barco, y con ayuda de las tablas, subió hasta el hueco rectangular que se abría frente a los pies de Smith. Este se agachó a la altura de su cara, sonreía aún sin saberlo. Ella le devolvió la sonrisa sin dejar de cantar y con sus pequeñas manos le agarró la cara y la acercó a la suya para darle un beso. En cuestión de segundos, el cuerpo del chico se precipitó por la borda arrastrado por la fuerza de aquel beso. No se resistió a su plácida muerte, pues ni siquiera fue consciente de ella. De repente el barco navegaba sólo, sin rumbo alejándose de repente de aquellos cantos.



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