Sugerencia

..................................................................................Recomiendo leer mientras se escucha la música que dejo en cada entrada..................................................................................
...................................................................................................................Advierto que tanto escribo elegante como soez....................................................................................................................

jueves, 12 de marzo de 2015

El cuadro

"Me niego a que esto quede torcido, parece que no sé hacer nada"- pensó Michael, y se dispuso a retirar aquél clavo mal puesto. Martillo en mano se acercó a la pared donde había colgado su nuevo cuadro. Realmente se había decidido a colgarlo en la pared principal de su salón, a pesar de no convencerle en absoluto. Se sentía identificado con aquello que tenía delante, con aquellas manchas interpuestas entre líneas gruesas que bailaban sobre el lienzo. En él predominaban distintos tonos de púrpura, amarillos y azules. Era algo caótico, algo impredecible, algo totalmente subjetivo. Como él.

De repente se paró, antes de retirar el cuadro para quitar el clavo y se dio media vuelta para mirar a sus espaldas. No la veía, pero sabía que estaba allí. Sus ojos se entumecieron otra vez, llenándose de niebla y agua. No había dejado de percibir su presencia ni por un sólo instante desde que ella desapareció. Aún le parecía recordarla riendo a carcajadas, manchada de pintura, tan fresca como siempre. Y hasta en sus momentos tristes, resultaba dulce. Aún parecía escucharla quejarse por aquél dolor de cabeza, justo antes de que cayese inconsciente al suelo. Recordaba el tacto de su mano helada en una ambulancia que parecía no llegar nunca al hospital donde luego pasó las peores horas de su vida. Sentado en la fría y mustia sala de espera, pareciendo esperar una buena noticia que sentía que no llegaría. El único milagro en el que había creído, era ella. Y se estaba hiendo de su lado para siempre.

Cerró los ojos con fuerza echando sus lágrimas de ellos. Volvió a girarse para mirar su cuadro y rompió en llanto. Un llanto agónico y desesperado. Ya no se apoyaba a sus espaldas para mirar su arte con él, para incordiarle buscando formas en el cuadro que no existían ni siquiera en su mente. Para morderle la oreja y hacerle correr tras ella. De vez en cuando sentía cómo le acariciaba el pelo, y podía incluso oler su aroma. Si aquello era estar loco, no pretendía dejar de estarlo nunca. Seguía pintando en aquella casa tan muda y vacía, y la imaginaba a ella cantando en la cocina. Hasta ese sonido tan espantoso lo echaba en falta de una manera sobrenatural.

Michael dejó el martillo sobre la mesita de cristal y caminó hacia su cuarto. Se hallaba al fondo del pasillo que se abría en medio del salón. Fue hacia la cómoda y abrió el segundo cajón de la izquierda, y tras levantar una sábana verde de franela, sacó un portaretrato que estaba en el fondo, boca abajo. No fuese a ser que por accidente lo viese cuando no quería hacerlo. Guardó allí aquella foto cuando el dolor por la pérdida de Amy no pudo ser más insoportable. La levantó lentamente y vio su risa, eternizada en la foto que se tomaron en su último viaje a Irlanda. Ella llevaba una camiseta roja de lo más sencilla, y unas gafas de sol a la cabeza sobre su pelo. No podía ser más perfecta, con aquella risa y los ojos cerrados, y con la mano apoyada en el pecho del hombre de su vida. Ese hombre que parecía que había dejado de existir y se había marchado con ella. Con una sonrisa y pasando su brazo sobre los hombros de ella, parecía completo en aquél momento. Se llevó la foto al pecho, se sentó a los pies de su cama, y lloró.

Poco a poco se fue adormeciendo sobre la cama y se despertó horas después completamente abatido. Se levantó lentamente, pues se sentía mareado tras haber quedado exhausto con el llanto. Se dirigió a la cómoda, y volvió a introducir boca abajo la fotografía. Cerró con suavidad la gaveta y caminó resignado de nuevo hasta el salón. Sostuvo con cuidado los laterales del cuadro y lo elevó ligeramente para descolgarlo. Lo colocó sobre la silla con delicadeza y se dispuso a enderezar el clavo.


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