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domingo, 16 de julio de 2017

Realidad.

Hizo un camino el triple de largo simplemente para no encontrarse con él. Los tacones la mataban, pero aún así era indispensable que le evitase por todos los medios. No podía reencontrarse con aquella mirada de culpabilidad otra vez, sobre todo sabiendo que la había engañado a propósito. Qué hijo de puta. Después de todos esos meses de amor irracional, de aventuras esporádicas en moteles puntuales, de pocas citas que incluyesen comidas en lugares públicos, de mucho cine, de tanto mimo... al final resultaba que estaba casado desde hacía algo más de doce años. Tenía una hija y otro retoño en camino. Y de todo se había enterado de pura casualidad. En cuanto tuvo la oportunidad le exigió la verdad sin pronunciar palabra. Minutos después se arrepintió de habérsela pedido. Qué ridícula era ahora ante aquellos ojos azules. Se sentía realmente desnuda, humillada y utilizada.

Él lloró como un niño, rogándole perdón. Pero ella se había limitado a darse la vuelta e intentar salir caminando en vez de echar a correr, para evitar perder la poca dignidad que le habían dejado. A partir de ese momento, no contestó ni uno de los cientos de mensajes recibidos por parte de aquél hombre que había creído conocer. Ni por supuesto contestó una sola de las llamadas. Los primeros días se veía obligada a esconderse de la gente cuando su móvil sonaba, pues las lágrimas bailaban libres por su cara cuando leía su nombre en la pantalla. Ahora ya no, simplemente dolía.

El resentimiento no dejaba ya paso al llanto. Pero seguía sin querer encontrarse con él, y si lo veía de lejos, hacía lo imposible porque él no la viese. Coincidían en un mismo edificio por mera obligación, así que no podía evitar sentirse vulnerable ante la posibilidad de cruzarse con él por uno de los pasillos.


Todo empezó con unas miradas inocentes bajo unas largas y densas pestañas, y alguna que otra media sonrisa. Luego los acercamientos se hicieron más frecuentes y el tacto de los dedos se cruzaba con alguna parte de su cuerpo en algún momento en el que se intercambiaban algún documento: Todo empezó siendo un juego. Una noche, al llegar a casa, ella recibió un mensaje de un número desconocido. "Quiero verte". Él había conseguido su número a través de su ficha y parecía dispuesto a ir más allá del flirteo de miradas y sonrisas. Quedaron dos días después, un sábado. Él la había invitado a cenar pero no le había dicho lugar, así que ella no sabía cómo de formal debía vestirse. Finalmente optó por un vestido negro por las rodillas, unas cuñas negras y un labial rojo. Se miraba al espejo y se reía sonrojada, se sentía sexy, se veía mujer. Llevaba la mano a su boca en muestra de timidez ante su propio reflejo mientras sonreía mirándose de reojo. Esperaba no ser demasiado evidente con su arreglo, y a la par deseaba ser deseada.

Él pasó a buscarla, y le costó contener su impulso para besarla en los labios cuando la saludó. Él vestía una camisa azul de botones y un vaquero muy oscuro. Aquellos ojos que la miraban entornados pero radiantes de deseo la volvían loca. Aparcaron el coche y se encaminaron a un restaurante a pie de playa que tenía un aspecto bohemio y de lo más agradable. En la terraza habían unos músicos que tenían un estilo muy peculiar, nada estridente, algo que permitía charlar a las personas que estaban disfrutando de una velada en el lugar. Él pidió una mesa en la terraza y, en lo que esperaban a que el camarero se la preparara, ella sintió el impulso de preguntarle si estaba casado. Sabía que esa pregunta arruinaba un poco el momento, pero ella creía necesario saberlo antes de continuar con lo que parecía avecinarse. Él la miró sorprendido por la repentina pregunta y rápidamente respondió que no,  le dijo que era soltero. Ella suspiró aliviada y se dejó llevar el resto de la noche. Fueron unas horas magníficas en las que ambos lo pasaron genial, primero cenando, luego dando un paseo, luego en casa de ella haciendo el amor en el sofá, y luego en la cocina. Aún así él no pasó la noche, se marchó a casa en mitad de la noche y le dijo que la vería el lunes.

Pasaron meses llevando una relación a escondidas del mundo, viviendo como adolescentes una historia tórrida de amor que parecía sacada de película. Mantenían lo suyo en secreto por la situación en la que estaban, y porque la diferencia de edad era bastante notable. Habían acordado en que cuando ella cambiara de oficina, ya que era temporal en aquél lugar, podrían mantener una relación sin ocultarse de nadie y así evitarían todo el trajín que conllevaría que todo el mundo se enterase en aquél momento de que ellos estaban juntos.

Casi siempre se veían en casa de ella, o en algún hotel, y ya muy pocas veces salían a lugares públicos. Ella le preguntó en una ocasión que por qué no iban a su casa nunca y él le explicó que vivía con dos compañeros de piso y que en su casa siempre había gente. Eso a ella le sonó extraño, pero se adaptó a la idea. Supongo que el enamoramiento a veces hace a las personas cegarse por completo. Se comunicaban vía Whatsapp cada noche, aunque a veces él dejaba de responder sin más. Se enfadaron otras tantas veces por lo dificultoso que resultaba vivir algo tan intenso a escondidas de la gente, pero siempre se reconciliaban. También intensamente.

La única persona que sabía de la historia, era la mejor amiga de ella. Había sido su confidente desde el principio y, aunque todo le pareció una locura al comienzo, ahora aceptaba la locura al ver tan feliz a su amiga y la apoyaba fielmente.

Un día tras el trabajo, ella recibió un mensaje mientras almorzaba. Él le preguntaba si saldría esa tarde, o si tenía algún otro plan. Ella le contestó que no, que se quedaría en casa adelantando unos informes que tenía que entregar la próxima semana. Sin embargo, su amiga la llamó a media tarde y le pidió que la acompañase al centro comercial, y sin dudarlo aceptó la propuesta. Se preparó un café mientras se vestía y maquillaba, lo tomó, y se fue.Visitaron varias tiendas y se disponían a ir a alguna de las terrazas del centro comercial para tomar algo después de las compras. Estaba atardeciendo y el mar se veía precioso desde allí. De repente, su amiga se quedó parada mirando al frente. Ella miró hacia donde su amiga dirigía la vista y se quedó perpleja. El hombre con el que llevaba casi un año saliendo a escondidas estaba allí, paseando de la mano de una mujer embarazada y de una niña de unos ocho años. Él debió notar que le miraban, quizás como esa sensación en la que el vello del cuello se eriza y te recorre un ligero escalofrío. Se giró hacia donde estaba la chica, y su rostro se quedó pálido. Parecieron pasar horas entre esa mirada, pero lo cierto es que sólo fueron segundos en los que el tiempo parecía no transcurrir. Él disimuló y siguió caminando junto a su mujer. Ella, sin mirar a su amiga se dio la vuelta y se encaminó hacia los baños, seguida por atónita amiga. No lloraba, no podía. Se sentó en la taza con las manos en la cara, con la mirada perdida y se sorprendió a sí misma por no haber roto en cólera.

Al llegar a casa ya era de noche. Se despidió de su amiga, conmovida en la puerta de su casa. Ella se dio una ducha y se puso sólo una camiseta vieja y una braga que nada tenía de interesante. Se hizo un moño alto y se tumbó en la cama tras haber sacado su móvil del bolso. Se acurrucó de lado y desbloqueó el aparato, que le chivaba que tenía más de diez mensajes de este señor, y cuatro llamadas perdidas también suyas. Tenía mensajes de varios chats de grupo en los que estaba y, por supuesto también tenía un mensaje de su amiga diciéndole cuánto la quería y que, podía contar con ella en todo momento. Esto hizo estallar en lágrimas a nuestra protagonista, que sólo había decidido abrir el mensaje de su amiga e ignorar los demás, y pensaba para sus adentros que ya sabía que podía contar con ella, que siempre había sido así.

Se quedó dormida agotaba de tanto llorar y se desveló varias veces tras el sonido del teléfono al sonar, pero hizo caso omiso, pues sabía que era él.

Los días siguientes estuvieron llenos de intentos por parte de él de hablar en la oficina, y de huídas de ella, pues no quería hablar con él ni se sentía preparada para hacerlo. Al fin y al cabo la realidad estaba clara; ella era la amante. La habían convertido sin ella saberlo, en la mala de la historia, en la que se mete por medio de una familia para romperla. ¿Qué más daba que ella fuese o no consciente de todo aquello? Eso era lo que ella era ahora. La clase de persona que siempre había detestado.

Unas semanas después ella decidió ir a su despacho, pues no quería verle fuera de allí. Y a riesgo de que alguien les descubriera hablando de aquello, entró en el habitáculo y cerró la puerta, quedándose parada frente a su mesa, de pie. Él tardó unos segundos en reaccionar. Se puso de pie y se acercó a ella sin intención de tocarla, y se limitó a pedirle perdón y a excusarse con que su matrimonio estaba mal desde hacía tiempo, y que él se sentía solo y deprimido. Que su mujer y él decidieron tener otro hijo a pesar de esa circunstancia en un intento de salir de su monotonía y resurgir en el amor. Sus ojos estaban llenos de lágrimas mientras hablaba con su voz ronca. Sin embargo le admitió haberse enamorado de ella y le juró que ella nunca fue un juego para él, que realmente la quería. Ella no pudo pronunciar palabra, sabía que había cometido un error al entrar en esa habitación con él, a escuchar lo que ya se imaginaba que él iba a decir. Se sentía derrotada, ridícula, así que se dio media vuelta y salió de allí antes de que sus ojos decidieran empezar a llorar, otra vez.

Los meses siguientes estuvieron llenos de mensajes sin responder y de miradas de culpa por los pasillos. Un día ella recibió una llamada que le anunciaba que su solicitud para cambiar de lugar de trabajo y trasladarse a otro centro de oficinas estaba aprobada. Por un instante se llenó de alegría y al momento, de nostalgia. Sabía que era lo mejor y que realmente era lo que quería, pues alejarse de él era lo que necesitaba. Su amiga vino a cenar a casa para celebrarlo y le trajo unas cajas para que recogiese sus cosas al día siguiente de su gabinete. Ella había sido su paño de lágrimas durante esos meses y le estaba tan agradecida por todo que no le cabía el amor en el pecho. Estaban tan exultantes esa noche que incluso planearon un viaje juntas para las próximas vacaciones.

Al día siguiente, con dos cajas llenas de cosas, una en cada brazo, se despidió de su jefe y sus compañeros y, al pasar por el pasillo se detuvo durante un instante al lado de la puerta de aquél hombre al que tanto quería y con el que tan enfadada seguía. Supuso que en el fondo aún seguía deseando que él saliera a abrazarla y a decirle que la amaba, y que no existía ninguna mujer, ni ningún hijo, que eran su hermana y su sobrina, o cualquier otra historia que les hiciera estar juntos para siempre. Segundos más tarde, suspiró, sonrió levemente y siguió de largo, sabiendo que eso no iba a ocurrir.

La nueva oficina estaba muy bien. Era más luminosa puesto que tenía unos enormes ventanales que daban vista al mar. El lugar era más fresco, y se respiraba compañerismo y tranquilidad.


4 comentarios:

  1. El relato es tan llevadero, está tan bien desarrollado y fluído, que yo, como hombre, me he sentido mal.
    Da vergüenza reconocerlo, pero tu descripción es aplicable a cualquier otro protagonista masculino que pudiera existir en otros relatos. Claro, hay excepciones y ahí es donde entra en juego la sagacidad femenina. Una vez una amiga me dijo "recién hay que entregarse a un hombre cuando te haya presentado a su madre".
    Que tristeza saber que tan certeramente puede describirse a un hombre falso. Y que bueno que lo definas con una prosa contundente.
    Muy bien, estimada Sad.
    Besos.

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    1. Qué palabras tan agradables de leer. Me alegra muchísimo que te haya gustado.

      No me gusta generalizar en cuanto al género, pero sí que he querido crearle a 'él', como alguien egoísta pero que ama de verdad, temeroso de soltarse de su pasado, miedoso y fiel a sus ataduras. En el fondo le quiero, como quiero a todos mis personajes, y siento algo de empatía ante un engaño tan indecoroso como el que ha cometido. No porque esté yo de acuerdo, sino porque sé que el ser humano a veces es complicado, pero que por muy complciado que sea, merece algo de empatía, aunque decidas luego alejarte de él.

      Me gusta la reflexión que te dijo tu amiga; cierta es, sin lugar a dudas.

      Muchísimas gracias por leerme y dedicarme tus palabras,
      Un beso, Navegante.

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  2. Me quedo enganchado cuando escribes relatos así, haces que me meta en el papel. Sinceramente creo que por un momento he sentido un poco de lástima por "él"... a lo mejor te parece raro.. No creo que nada justifique un engaño así, pero a veces nos dejamos llevar por la emoción y la locura.
    Por favor escribe más cosas de estas jeje
    Un beso!

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    1. Gracias Rayco,

      yo también sentí lástima por él. Como he respondido arriba, yo quiero a todos mis personajes, con sus errores. Otra cosa es que les quiera a mi lado en la vida real. Él es alguien triste, que egoistamente hizo daño a su familia y a otra persona que se enamoró de él. Hizo de ella lo que ella no quería ser, sin ella saberlo. Eso pasa mucho, y al revés también. Da igual que sea un hombre o una mujer. Ambos sexos muchas veces son egoístas en ese plano.

      Escribiré más, tranquilo jajaja
      Un besote!

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