Sugerencia

..................................................................................Recomiendo leer mientras se escucha la música que dejo en cada entrada..................................................................................
...................................................................................................................Advierto que tanto escribo elegante como soez....................................................................................................................

sábado, 15 de enero de 2022

Rota

 Cuando escribo me gusta poner canciones de fondo. Pero hoy nada me quiere sonar.

He vuelto a verte, he sentido tu tacto. He notado tu entusiasmo al mirarme, he observado de cerca tu sonrisa perfecta. He acariciado tu rostro y he llorado de emoción al ver que nada había cambiado. 

De repente tu rostro se escapó de mis manos, tu sonrisa dejó de estar arqueada y tus manos soltaron las mías. Te fundiste con el viento y desapareciste. De repente tu voz se convirtió en un eco que no podía escuchar y mientras intentaba no gritar de desesperación, me preguntaba qué puedo hacer para que regreses. Para que me sostengas un rato más que dure a eternidad. Me pregunto qué resulta en mí tan terrible. Me miro al espejo mientras hago pausas escribiendo esta entrada. Mis ojos están rojos, mis labios apretados, porque no puedo gritar. No puedo llorar. Mientras, siento que me parto en dos. 

Ya no sé quién soy. Y, ¿si quien se marchó fui yo y no tú? Y ahora soy ceniza en el aire y no puedo regresar. No puedo ser ceniza. No quiero. Y tampoco quiero que lo seas tú. Pero querer no es suficiente. Nunca fue suficiente nada de mí. Me rompo. Como cuando un cristal cae y es pisado, una y otra vez. Me siento como esos trocitos que nadie se atrevería jamás a armar. ¿Qué hay que armar? ¿Qué hay que amar?

 


lunes, 10 de enero de 2022

V

 No sé cómo empezar esto. Y ni siquiera sé si es lo que debo hacer.

Hay lugares de donde no te quieres marchar, y personas a las que no quieres alejar de tu vida.

Tú. Quien me otorgó sonrisas, nuevas ilusiones, momentos inolvidables; también lágrimas y frustraciones.

Te has marchado.

He guardado todos y cada uno de aquellos recuerdos que quería recolectar en un diario de viaje, e incluso un pequeño álbum de fotos que mandé a hacer y jamás llegué a enseñarte porque, la videollamada no era posible en ése momento. Lo he guardado todo, tal como estaba, sin ordenar, sin pegar, sin hacerlo bonito tal como quería, y lo he encerrado en una caja en el altillo. No soy capaz de mirar las fotos, los sobres de azúcar de la cafetería de Ronda, los billetes de tren, ni de guagua, ni los mapas, tampoco he podido abrir el álbum de fotos salvo aquél día que me llegó por correo y quise enseñártelo. Juro que era precioso.

Pero no puedo mirar nada de eso sin romper a llorar.

No puedo mirar los imanes que compré, ni la postal que me escribiste. No puedo. Y hasta la bola de nieve que descansa en mi salón, evito mirarla.

Ni siquiera fui capaz de escribir en sucio todas las cosas que hicimos cada día. Cómo nos sentimos. La paz de estar juntos en aquellos momentos ahora se ha convertido en guerra. Duele. Tanto que trato de no acordarme de nada, y a la vez no quiero olvidar un sólo detalle.

Contradictorio, ¿verdad? Odias las contradicciones, al igual que yo, pero sé que esta vez, si algún día llegas a leer esto, lo entenderás. 

No soporto recordarnos siendo felices, porque mis ojos se inhundan de nostalgia y de impotencia. Por lo que te quise, por lo que te quiero.Y por lo que ya no puedo expresarte. 

Odio aquella música que sonaba mientras me abrazabas frente al teatro romano. Odio a Ludovico Einaudi tras aquél dúo de quitarra mientras contemplábamos la belleza de aquél lugar mágico. Lo odio todo, porque quererte me está prohibido.Y ojalá volviese a recordar algo tan bello con una sonrisa que toque el cielo, pero te has marchado, y ya no puedo.

Sé que soy difícil, soy blanco o negro. No tengo paciencia, no soy perfecta ni un mínimo. Pero te quise. Ni siquiera sabrás jamás cuánto. 

Los abrazos, las noches de balcón, los blues, sólo tu mirada , el silencio y las sonrisas. 

Fuiste un bálsamo de intensidad, de emoción, de ilusión que se evaporó.

Y aquí estoy, derramando el dolor con letras. 

No fuimos para tan poco, amigo mío. O lo que quiera que fueras.

Mis heridas sanarán, y quizá tú llegues a evaporarte también en mis recuerdos. Llegará el día en el que abra esa caja que ahora descansa, llena de momentos felices que ahora son puro dolor, y quizá, sólo quizá, logren sacarme una mínima sonrisa. 

Te mentiría si dijese que temo que si vuelves lo hagas tarde. Cuando ya sólo quede alguna sonrisa desganada, incomparable con aquellas ganas de abrazarte al bajar del tren.

Te mentiría si te dijese que no imaginé tantísimas cosas. Las miradas no engañan, y me permití imaginar todo lo bueno que podría suceder a tu lado. Castañas asadas que aventuraban esto.

Te mentiría si no te dijese que me pesa el alma. Que no aguanto esto otra vez. Que me he derrumbado como hacía tiempo que no lo hacía.

Fui tuya. Pero, ¿de qué valdría ser la amada de un fantasma? De alguien que se fue. Que se evaporó como el humo de aquél tabaco en la madrugada. Pero fui tan tuya que ni tú te enteraste.

Decidiste decir adiós, ambos fuimos culpables. Pero así son las cosas.

Y con todo el dolor que me supone, por las risas, los memes, las tonterías, los besos, caricias, abrazos, discusiones, por aquél abrazo en la madrugada tras abrir la puerta, por no soportarnos en muchos momentos, con todo eso, ya no me queda más que velarte sabiendo que existes pero que no quieres estar en mi vida. Pero existes. En tu ciudad, en tu casa, en tu mundo, pero ya no en el mío, no conmigo.

Tu ex amiga rara.