al borde de las lágrimas, ensimismada en sus memorias.
Sumergida en el recuerdo de todas sus cicatrices.
De todas las traiciones que le regalaron.
Ella era gris, como el cielo que ahora cubría los tejados.
Su corazón, desolado, partido en dos latía con ternura en su pecho.
Ella, sóla entre cuatro paredes, o sóla en cualquier parte.
Se limitaba a hacer lo que mejor se le daba.
Sufrir en silencio.
Y a veces quería explotar,
y desaparecer.
Extinguirse de repente entre una nube de polvo,
sin más.
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