La decepción es el arma más letal.
Es la única capaz de acumularse de a poco,
o de repente ser lo suficientemente grande,
para cargárselo todo en un instante.
Ni mis lágrimas, ni la sangre que emana de mí,
ni lo que conllevaba todo lo de nos,
nada fue jamás importante,
nada suficiente.
Llora, puta, muérete retorcida de dolor.
La decepción,
ya no queda nada.
Así es, Campirela. Llega un momento en el que ya no te quedan fuerzas ni motivos para armar de nuevo el jarrón... Duele demasiado. Un abrazo
ResponderEliminarSin embargo, por suerte, tenemos esa capacidad de volver. Volver a ser, volver a amar, volver a la raíz.
ResponderEliminarPero está bien derramar la rabia sobre la mesa, como quien vomita. Se limpia y se sigue.
Un gusto encontrarte.
Abrazo.