La luz azul de la noche penetraba suavemente a través de su cristal mojado.
Ella, con su mano sosteniendo su barbilla, mirando a través
viendo más de lo que tenía ante ella, sintiendose frágil y experimentando esa sensación de romperse en mil pedazos con cada susurro de su pensamiento.
Con la mirada perdida y las lágrimas corriendo por su rostro en busca de ningún destino.
Sentía cómo su alma se despedazaba en cada latido de su corazón, y no tenía pretensión alguna de moverse de aquél lugar que la cautivaba, envuelta en la plácida y triste luz de la penumbra.
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